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Manolo Salvador Chacón (5 de enero de 1938) y Pepa Cosa Falcón (13 de junio de 1936) sirvieron a Dios de manera inseparable hasta el día en que partieron con el Señor. Ambos nacieron en Dos Hermanas, donde también contrajeron matrimonio. Sus dos hijos y el ministerio fueron siempre la prioridad de este matrimonio dedicado.

Manolo tuvo su conversión en octubre de 1957. Un compañero de trabajo le habló de Dios, lo que lo llevó a asistir a una iglesia evangélica. Durante una predicación sobre la muerte, comprendió el Evangelio y decidió entregar su vida a Cristo. Poco después, Pepa también entregó su vida al Señor. Sus vidas fueron transformadas radicalmente por el poder del Dios Creador.

En 1971, Manolo y Pepa se dedicaron de lleno a la predicación y al ministerio, primero en el Puerto de Santa María (Cádiz) y más tarde en su ciudad natal, Dos Hermanas. Aunque Pepa no se dedicaba a la exposición pública de la Palabra, fue la ayuda idónea para Manolo. Él mismo confesaba ante la iglesia que sin ella no habría podido ejercer su llamado. Su cuidado hacia Manolo y sus hijos fue un ejemplo para las familias de las iglesias que pastoreaban. Ser la mujer del pastor –o, como Manolo prefería llamarla, “la pastora”– nunca fue una tarea fácil. Sin embargo, su hogar siempre estuvo abierto, ofreciendo hospitalidad a quienes lo necesitaban. En su mesa humilde siempre había un plato más para algún invitado, y su casa se convirtió en un rincón donde los visitantes encontraban descanso, amor y la palpable presencia de Dios.

En 1973, asumieron el pastorado de las Iglesias de Cristo en Sevilla y Dos Hermanas, con un culto por la mañana y otro por la tarde. Este tiempo es recordado con nostalgia, pues las iglesias se llenaban hasta el punto de que muchos debían llegar temprano para conseguir un lugar sentado. Las predicaciones de Manolo, llenas de energía, pasión y respaldadas por la Biblia, atraían a muchas personas necesitadas de esperanza. Frecuentemente, los bautisterios se llenaban, y cientos dieron testimonio público de su fe en Cristo.

Manolo era conocido por su sensibilidad hacia los no creyentes. Si detectaba la presencia de alguien nuevo, no dudaba en adaptar su mensaje para hablar de la vida eterna en Cristo. Una de sus predicaciones marcó profundamente a una familia que, tras perder a un hijo adolescente, llegó al culto en busca de consuelo. Manolo compartió un mensaje basado en un salmo, ofreciendo esperanza y vida eterna. Esa familia entregó sus vidas a Cristo y hoy sirve fielmente en Sevilla.

Durante más de 40 años de ministerio, Manolo y Pepa se entregaron a las personas. Acompañaron a decenas de heridos y necesitados, siempre con un abrazo y palabras de ánimo. Este intenso amor y pasión por los demás tuvo un alto costo físico y emocional, lo que llevó a Manolo a enfrentarse a problemas de salud que eventualmente lo obligaron a retirarse. Sin embargo, nunca dejó de predicar ni de cuidar de los demás. Dedicó su tiempo a descansar y disfrutar de su familia.

Manolo y Pepa no solo predicaron el Evangelio desde el púlpito, sino que vivieron el amor de Dios en su hogar. Sus hijos y nietos fueron testigos directos de su consagración. En una conversación con uno de sus nietos, éste le preguntó: “Abuelo, con todo lo que has sufrido, ¿mereció la pena dedicar tu vida al ministerio?”. Con claridad y sin dudar, Manolo afirmó que seguir los planes de Dios fue la mejor decisión que tomaron como matrimonio.

El 28 de agosto de 2024, Manolo Salvador falleció a la edad de 86 años. A las puertas del tanatorio, un rebaño de ovejas apareció paciendo tranquilamente, un gesto que los presentes interpretaron como un mensaje de amor por parte de Dios, recordando el Salmo 23, el favorito de Manolo: “El Señor es mi pastor, nada me faltará”.

Pepa, cuyo mayor deseo era cuidar a Manolo hasta su último suspiro, le recitaba versículos al oído hasta las últimas horas de su vida. Tras cumplir lo que consideró su llamado más grande, también partió con el Señor el 27 de octubre de 2024.

Manolo y Pepa evitaron los reconocimientos y nunca buscaron ser protagonistas. Su mayor anhelo era dejar un legado, y lo lograron. Su familia y las iglesias que pastorearon han vivido de primera mano uno de los testimonios más impactantes en la ciudad de Sevilla. Hoy, ese legado sigue apuntando al mensaje que transforma vidas: la cruz de Cristo.

Autor: Pablo Salvador Iglesias

Toda una vida dedicada al evangelio
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