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Estudiando el Nuevo Testamento

EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO.

CAPITULOS 5-7  3ª Parte (Los principios del Rey)

EL SERMÓN DEL MONTE (Continuación)

7ª BIENAVENTURANZA (Mt. 5:9) “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. Deseo en el estudio de esta “bienaventuranza” llamar vuestra atención en lo que nos dice Jesús en ella. La bendición esta aquí en los que hacen la paz, y que es lo que quiere decir etimológicamente pacificadores o apaciguadores. No necesariamente para los que aman la paz sino para los que la hacen. Esta bienaventuranza dice: “Benditos los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios”, lo que quiere decir es: Benditos los pacificadores porque realizaran una obra característica de Dios. La Biblia dice que el que hace la paz está involucrado en la misma obra que hace el Dios de paz (Ro. 15:33; Stg. 3:18; 2ª Co. 13:11; etc, etc...).

Esta bienaventuranza quiere decir “ benditos aquellos hijos de Dios que hacen posible que este mundo sea un lugar más idóneo para que viva en él toda la humanidad. Abraham Lincoln dijo una vez: “Me moriré cuando sea, pero me gustaría que se dijera de mí que arranque una ortiga y plante en su lugar una flor”. Para que un súbdito del reino de Jesucristo pueda amar y hacer la paz, este debe empezar por su propio corazón. En cada uno de nosotros hay un conflicto interior entre el bien y el mal, que tiran de nosotros en sentidos opuestos; todos somos hasta cierto punto una guerra civil en marcha. Feliz, por tanto, es el que ha ganado la paz interior y a superado su conflicto intimo, y puede darle todo su corazón a Dios.

Por otra parte, los rabinos judíos sostenían que la tarea suprema que un hijo de Dios puede llevar a cabo en este mundo es la de “ESTABLECER RELACIONES CORRECTAS entre persona y persona. Esto era lo que Jesús quería decir.

Hay personas que son siempre centros tempestuosos de problemas, amarguras y luchas. Dondequiera que estén, están siempre metidos en peleas entre ellos o provocándolas entre los demás. Son personas que causan problemas. Hay muchas así en casi todas las sociedades e iglesias, y que están realmente haciéndoles al diablo su trabajo. Cristo deseaba que los súbditos de su reino hicieran de puente, y que cerraran las grietas abiertas entre los hombres y que endulzaran las amarguras que las guerras grandes o pequeñas provocan entre los hombres. Tales súbditos hacen un trabajo semejante al de Dios, porque el gran propósito de Dios es hacer que haya paz para cada persona consigo mismo y entre unos y otros. Los que dividen a las personas están haciendo la obra del diablo; pero los que unen a las personas están haciendo la obra de Dios. ¿Cómo puede un discípulo de Cristo, “el príncipe de paz”, ser una cosa diferente de su Maestro?. ¿Cómo puede un hijo de Dios decir que Dios es su Padre y al mismo hacer la obra del diablo?. Todas las guerras provienen de aquel llamado “Homicida” (Jn. 8:44). Toda violencia interior o exterior, es hija de Caín, dispuesta siempre para levantar su mano contra su prójimo. Al contrario de los hijos benditos de Dios que no solo aman la paz sino que también la viven, la buscan y la siguen (Sal. 122:6-9; He. 12:14). “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt. 5:9).

Es muy triste y lamentable  lo que desde la caída del hombre acarreo sobre las relaciones de  las personas. En los siglos de historia que llevamos de la humanidad, no han cesado las guerras. Ríos y mares de sangre humana han regado este planeta de los hombres, y siglos tras siglos se han ido registrando interrumpidamente violencia tras violencia, y no existen naciones cultas o analfabetas, donde la marca de Caín no este esculpida entre los hombres de todos los linajes razas y pueblos. La guerra  y el odio se ha extendido a lo largo de los siglos sembrando de lagrimas y sangre esta tierra maldita a causa del pecado de los hombres. ¿ Y qué decir de nuestros días, en donde la violencia ha tomado cuerpo en todas sus formas y a todos los niveles sociales?. Guerras de ideologías políticas, guerras de religiones, guerras económicas, guerras domesticas, guerras generacionales, guerras étnicas etc, etc... El caballo de la guerra no ha cesado de galopar por nuestro mundo, y es aquí donde los hijos y súbditos del reino de Dios tenemos que ser pacificadores y aportar la paz de Dios que sobrepuja a todo entendimiento que gobierne en nosotros para que podamos ser “APACIGUADORES” allí donde la llama de la discordia aparece.

“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”(Mt. 5:9).Cuando Cristo murió en la cruz hizo posible nuestra paz con Dios, y que por la fe la recibimos una vez reconciliados en  su muerte. Aquella paz conquistada para nosotros, fue trasladada a nuestro corazón, y así vinimos a ser hijos de paz. Cristo derribo la pared de separación entre sus discípulos y abolió en su carne las enemistades, matando en su cuerpo todas las guerras entre los hombres que habían creído y aceptado su paz (Ef. 2:14-16) Así vinimos a ser hijos de Dios, es decir, “una nueva creación, un nuevo hombre”. Este nuevo hombre seria un embajador de paz  entre los hombres, de lo contrario a  esto, estaría dando una imagen falsa de su cristianismo y discipulado como súbdito del reino que había venido con Cristo a este mundo dividido y en guerra. ¡Benditos los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios!, ¡benditos los pies de los que anuncian sobre los montes el evangelio de la paz!,  ¡felices aquellos que viven y dan la paz, que tienen en sus corazones como fruto del Espíritu que mora en ellos!, ¡benditos, benditos los pacificadores!. Amen.

 

8ª BIENAVENTURANZA. (Mt. 5:10) “Bienaventurados los padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos!

Esta bienaventuranza trata de aquellos que padecen persecución no por sus propias malas acciones, sino por ser justos. A estos creyentes que sufren por hacer lo recto se les promete el reino de los cielos. Su integridad condena a un mundo impío y desencadena su hostilidad. La gente odia una vida recta porque denuncia su propia injusticia (1ª P. 4:1-4; 2 Ti. 3:12).

“Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo” (Mt. 5:11). Esta bienaventuranza es la continuación del verso anterior, pero con una pequeña diferencia; mientras que en la primera parte la persecución viene a causa de la justicia aquí la persecución es por causa de Cristo.

El Señor sabia que sus discípulos serian maltratados por asociarse con él, la historia lo ha confirmado. Desde el comienzo del cristianismo, el mundo ha perseguido, encarcelado y dado muerte a los seguidores de  Jesús. Cuando el Maestro los comisiono para ser sus embajadores del reino les dijo que ellos serian en el mundo como ovejas en medio de lobos (Mt. 10:16) Les dijo que el mundo los aborrecería (Jn. 15:18-19) Incluso que los matarían alegando “servir a Dios con su muerte”(Jn. 16:2).

“Gozaos  y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros”(Mt. 5:12).

Sufrir por causa de Cristo es un privilegio que debería ser causa de gozo (Hch. 5:40-42). ¡Grande es el galardón que espera a los que así vienen a ser  compañeros de los profetas en la tribulación!. Aquellos portavoces de Dios del Antiguo Testamento se mantuvieron fieles a pesar de la persecución. Todos los que imitan su leal valor compartirán su exaltación en aquel día glorioso cuando seamos llamados (2ª Ti. 2.12). Decir en relación a estas bienaventuranzas que Jesús nos presenta en ellas un retrato del ciudadano ideal de su reino, haciéndonos un énfasis en la rectitud o justicia (v. 6), la paz (v. 9), y el gozo (v. 12). Es posible que  San Pablo tuviese este pasaje en su mente cuando escribió: “Porque el reino de Dios no es  comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Ro. 14:17).

LOS CREYENTES SON SAL Y LUZ (Mt. 5:13-16).

 

Versículo 13: “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada?. No sirve mas para nada, sino para ser echada fuera y ser hollada por los hombres”. El discípulo o súbdito del reino de Cristo tiene una gran función, ser “SAL DE LA TIERRA” viviendo las condiciones del discipulado que se relacionan en las bienaventuranzas  y en todo el resto del Sermón del Monte. Si deja de exhibir esta realidad espiritual, los hombres  pisotearan su testimonio con sus pies. El mundo menospreciara siempre a los creyentes NO CONSAGRADOS. Jesús ahora asemeja a sus discípulos a la “SAL”. Ellos serian para el mundo lo que la sal es en la vida diaria: La sal sazona los alimentos; la sal  impide que se extienda la corrupción; da sed, potencia el sabor, y si un creyente no deja sentir para este mundo esa influencia bienhechora, entonces su religión no vale nada y los hombres la menospreciaran y la rechazaran. El cristianismo es a la vida lo que la sal es a la comida. El cristianismo le presta sabor a la vida. Lo trágico es que la gente conecta a menudo el cristianismo precisamente con todo lo contrario. Si el cristiano no cumple aquella función para la que ha sido puesto en este mundo, entonces su vida es inspirada y ya no sirve para nada, y se tira para que todo el mundo lo pisotee. “Todos sabemos que hay ciertas  personas en cuya compañía es fácil ser buenos; y que también hay ciertas personas en cuya compañía es fácil bajar el listón moral. Hay ciertas personas en cuya presencia se podría contar sin reparos una historia sucia, y hay otras personas a las que uno no se le ocurriría contársela. El cristiano debe ser un antiséptico purificador en cualquier sociedad en que se encuentre; debe ser la persona que , con su presencia, excluye la corrupción y les hace mas fácil a otros ser limpio.”.

“VOSOTROS SOIS LA SAL DE LA TIERRA...”(Mt. 5.13).

 CONTINUARA.

  © 2000 Iglesia de Cristo de Sevilla

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