CATOLICISMO ROMANO 
Y LAS LLAVES DE PEDRO

 

4ª Parte y última

 

 

Nada de cuanto con esa Iglesia espiritual se relaciona y que conocemos bastante bien por las Sagradas Escrituras, ha sido recogido por la Historia, hasta el punto de que algunos (muy pocos) niegan la historicidad de los relatos bíblicos, evidentemente porque a sus autores, no se les ha dado la consideración de historiadores.

Ello no deja de ser un anacronismo para los que discernimos creyendo en la autenticidad de los relatos bíblicos, pues el cristianismo ha dejado tal huella en la vida del hombre e impactado en las sociedades de todos los tiempos, de tal forma que negarlo sería tanto como negar nuestra propia existencia, sobretodo cuando tratamos de dar respuesta a los muchos interrogantes que ésta plantea.

Ante la impresionante y abrumadora cantidad de elementos coincidentes en los relatos bíblicos de tiempos apostólicos y preapostólicos, así como con irrefutables pruebas de hallazgos arqueológicos, son muchos los que han tenido que aceptar la historicidad de los Evangelios, aunque eso sí, admitiendo solo los pasajes para los que de forma más o menos racional encuentran la explicación que les satisface, poniendo desconfianza en otros que creen controvertidos y negando rotundamente aquellos que se apartan de su esfera meramente material y humana, como si los textos sagrados estuviesen sometidos al criterio particular de quien los lee. No obstante ellos mismos aseveran que no son de particular interpretación.

Es el mismo Pedro quién sale al paso de la opinión de estos librepensadores, expresándose en los versículos 20 y 21 del capítulo 1º de su segunda carta apostólica diciendo que: “ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada y que nunca ésta fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron inspirados por el Espíritu Santo.” Se me objetará que aquí la Biblia se está refiriendo a la profecía, pero enseguida veremos que la afirmación es aplicable a toda la Escritura.

 “Toda la Escritura es inspirada por Dios”. Así se expresa literalmente  Pablo en el Capítulo.3º, versículo 16 de su 2ª Carta a Timoteo. 

A la vista de esta clara y rotunda afirmación, podíamos preguntarnos sobre ¿Quién está autorizado para interpretar la Sagrada Escritura aumentándola con añadidos, suprimiendo o pasando por alto, porciones que de forma flagrante dicen abiertamente lo contrario, sobretodo cuando la base sobre la que se hacen estas interpretaciones es precisamente la Sagrada Escritura?.

La teología católica, por utilizar un ejemplo, dice que en la misa se “renueva” el sacrificio de Cristo en la cruz, cada día; Lo expresa así: "La obra de nuestra redención se efectúa cuantas veces se celebra en el altar el sacrificio de la cruz." (Constitución dogmática sobre la Iglesia aprobada por el Concilio Vaticano II). Pero el texto sagrado dice: “pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios.”…..”Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.” (Hebreos capítulo 10, versículos 12 al 14). El texto sin duda es sumamente esclarecedor.

 No se puede negar la trascendencia del hecho que Mateo refiere en su capítulo 16, versículos 16 al 19 porque trata de la base sobre la que se instituye la Iglesia, el misterio oculto durante siglos y de la que Cristo sería Cabeza para siempre; la regiría después de su muerte y ascensión a los cielos, a través del Espíritu Santo, el otro Consolador (ya anunciado) que la llevaría a toda la verdad y recordaría las enseñanzas del Maestro por excelencia.

 Cristo hizo su aparición en la Palestina del primer siglo, después de haber sido bautizado en el Jordán y tentado a continuación en el desierto, en una sinagoga judía de Nazareth, pueblo este donde había vivido los años de infancia y adolescencia, comenzando su ministerio con estas palabras que transcribimos a continuación y que fueron recogidas en el capítulo 4º, versículo 18 del Evangelio de Lucas.

“El espíritu del Señor está sobre Mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos; poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor.”

 Cerca de ocho siglos antes, esta misión, que habría de ser la de Cristo en la Tierra, había sido inspirada al profeta Isaías que la expresó en el capítulo 61, versículos 1 y 2 de su Libro, utilizando la misma terminología.

Después de realizada esta lectura, Cristo se dirigió a los asistentes en la sinagoga y les anunció el cumplimiento de la profecía.

Pero aquellos, que no entendieron este lenguaje, le arrojaron de la ciudad y pretendieron despeñarle. Estos otros, que aparentemente se comportan como si hubieran entendido el mensaje, lo interpretan a su manera, se proclaman Vicarios de Él en la Tierra y convierten el Evangelio en doctrina de hombres, actuando de hacedores de santos y mediadores. 

Recordemos que uno de los principios de más amplio alcance desarrollado por el sistema de Gregorio VII es el que afirma que “cada hombre bautizado se convierte por el mismo hecho de serlo, en un súbdito del Papa y debe permanecer como tal durante toda su vida, quiéralo o no.”

“Todo cristiano, (seguimos comentando el principio aludido y en el que probablemente se inspiró la Inquisición) aunque se trate de bautizados fuera de la comunión papal, no solamente está obligado a cumplir las leyes papales (aunque la ignorancia invencible sea una excusa en casos particulares), sino que el Papa puede citarle y castigarle por cada pecado y esto puede llegar incluso a la pena de muerte. Porque en primer lugar toda desobediencia a un mandamiento del Papa es herejía o casi herejía, y, por consiguiente, el Papa puede excomulgar por estas ofensas, y si el reo no se somete y recibe la absolución dentro del plazo de un año, es declarado hereje e incurre en la pena de muerte y confiscación de bienes.” (Tenemos que declarar, humildemente, que ignoramos la base bíblica en la que se apoya este sofisma).

  Afirman, además, que “fuera de esta Institución no hay salvación.” Se puede interpretar así la Declaración sobre la libertad Religiosa, aprobada en el Concilio Vaticano II que reza: "La única verdadera religión se halla en la Iglesia Católica. Todos los hombres están obligados a adherirse a la Verdad tan pronto la conocen".

 Esta última declaración de reciente cuño, dista mucho de aquella otra de la que también fue autor Gregorio VII, que figura en un impresionante documento eminentemente personal que la Historia nos ha revelado conocido por el "Dictatus papae" y cuyo contenido refleja el verdadero rostro de la Institución en una época de esplendor y poder, ambos ya desfigurados por el paso del tiempo y otros factores, pero que en el fondo reflejan el carácter autócrata que tuvo casi desde la fecha en que se consolidó como tal, hasta períodos recientes en que su omnímodo poder político y territorial empezó a desvanecerse.

   Merece la pena recordar algunos de sus postulados.

 a)  La Iglesia Romana ha sido fundada solamente por el Señor.

 b)  Solo el Romano Pontífice debe ser llamado Universal.

c)  Solo él puede deponer o absolver a los Obispos

d)  No debemos permanecer en la misma casa con los que han sido excomulgados por él.

e)  Solo él puede establecer nuevas leyes, etc.

f)  Solo él puede usar insignias imperiales.

g)  El Papa es el único cuyos pies besan todos los príncipes.

h)  Su nombre es el único en el mundo.

 i)   Tiene facultad para deponer a los Emperadores.

 j)   Nadie puede reprobar su sentencia, él la de todos.

 k)  Por nadie puede ser juzgado.

 l)  Que la Iglesia Romana no erró nunca ni errará en lo porvenir, según consta en la Escritura.

 m) Que el Papa ordenado canónicamente se hace santo.

 n) Que puede desligar a los súbditos del juramento de fidelidad prestado a los inícuos.”

 Hasta aquí lo más importante de este infausto y desafortunado documento, del que dice la Historia que se ha calumniado tanto a su autor y se le ha comprendido tan mal, pintando su figura con colores chillones y dibujos caricaturescos, que incluso en el día de hoy no faltan quienes aplicándose el título de admiradores, por lo que tiene de tenaz su carácter y por lo amplio y universal de su visión, no saben contemplarlo más que desde el ángulo político, ignorando las zonas más íntimas, profundas y amables de su espíritu.

Después de analizar cada uno de los párrafos copiados, advertiremos que no nos han sorprendido en absoluto los rasgos autócratas que no pocos historiadores le han adjudicado.

 Sin embargo y para no perder el hilo del tema propuesto, hemos de destacar que la Historia del Catolicismo-Romano se encuentra salpicada en todo su recorrido de acontecimientos protagonizados por hombres fieles al mensaje evangélico, que tuvieron que combatir contra aquellos otros que se erigieron en guardianes de la Palabra de Dios que no predicaron, ni permitieron su difusión so pretexto de ser interpretada de forma distinta de la establecida por el magisterio que ellos “detentaron”.

Hay toda una exégesis histórica que permite adentrarse en el largo proceso seguido por el Antiguo Testamento, hasta alcanzar los umbrales de Jerusalén (la Sión anunciada) y conectar los mil quinientos años del pasado con el cumplimiento de la promesa dada por Dios al hombre, que podemos leer en el capítulo1º y 12-3 del libro del Génesis.

Muy lejos de ese trazado, una cadena de incomprensibles eslabones, de los cuales queremos resaltar unos pocos nada más, se ha empeñado en hacernos creer que han sido insertados en la misma bajo la dirección del Espíritu Santo, cuando de su propia naturaleza humana se desprende la más rotunda negación de la verdad anunciada por Cristo. (Mi reino no es de este mundo).

 ¿Qué podemos comentar de la auto-proclamación de Paulo I como “Mediador entre Dios y los hombres” frente al contenido del versículo 5, capítulo 2 de la Carta de San Pablo a Timoteo?, en el que con claridad que no ofrece dudas se dice que es "Cristo el único Mediador entre Dios y los hombres".

 ¿No significa esa proclamación de Paulo I, una suplantación insólita en la que independientemente de cuanto hemos afirmado de la Institución, se puede apreciar una alta dosis de soberbio atrevimiento, además de un absoluto desconocimiento de las Sagradas Escrituras?.

 ¿Dónde encontramos en la Historia del Papado esa asistencia espiritual y guía hacia toda la verdad que leemos en el versículo 26 del Capítulo 14 de Juan "Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho", durante el período conocido por el "Siglo de las tinieblas o de la pornocracia" que media entre los años 882 y 1.046 durante el cual cuarenta y seis Papas, en su mayoría italianos (entre los que figuran seis antipapas) fueron juguete de unas cuantas familias corrompidas por el poder y la prostitución, haciendo y deshaciendo a su antojo?.

 ¿Qué diremos de Bonifacio VII (Antipapa) que asesinó a su antecesor para sucederle?

 ¿A qué reflexiones nos puede llevar el incalificable hecho según el cual el Papa Formoso, (891-896) cuyo cadáver fue exhumado después de nueve meses de haber sido enterrado, por consiguiente ya putrefacto, revestido con los ornamentos pontificios, para ser sometido a un esperpéntico juicio celebrado a instancias de su “sucesor” Esteban VI, después de haberle sido cortado los dedos utilizados en vida para “bendecir”, condenado, execrado y arrastrado hasta el Tíber adonde un populacho enaltecido lo arrojó?

 Había ordenado a muchos sacerdotes y obispos, por lo tanto una cuestión insoluble continúa, respecto de las mismas hasta la fecha actual, pues resulta lógico pensar que no sean legítimas al hallarse en la línea de aquéllas, al carecer por  tanto de la genuina autoridad apostólica, a menos que se piense que las primeras anulaciones generen nulidad de las siguientes. Pero esto nos plantea un nuevo caos especulativo al considerar que el Papa Formoso fue rehabilitado más tarde.

 Dice la Historia que León V y Cristóbal, ambos Papas entre 903 y 904, fueron asesinados por Sergio III el cual reinó entre los años 904 y 911.

¿Qué nos revela el desconcertante e insólito nombramiento como Arzobispo, del hijo de Juan X cuando solo tenía 5 años. ?

¿Y de León VI encubriendo un asesinato?

¿Qué nos sugiere la designación como Papa de Marino II en lugar de la elección?

¿Y de Juan XII? Fue hijo de Alberico de Espoleto; nombrado Papa el 16 de diciembre del año 955 por derecho de sucesión cuando solo tenía 17 años. Su mandato duró 8 años.

 La Historia dice de él que estaba corrompido; era apasionado por la caza, los dados, las mujeres, los eunucos y los esclavos; su residencia en el Palacio de Letrán la llenó de mujeres de toda laya, convirtiéndola en escenario de orgías y excesos.

 Había consagrado Obispo a un niño de 10 años y fue depuesto por el Emperador el 4 de diciembre del año 963 después de haber huido de Roma y saqueado los bienes de la Iglesia. Murió a la edad de 25 años resultas de una paliza; según la opinión más generalizada, le fue propinada por el marido de una de sus barraganas, cuando ambos fueron sorprendidos por éste en pleno adulterio.

De Benedicto V se puede decir que fue degradado por un Sínodo, según nos relata la Historia.

De Benedicto VI, que prohibió a los Obispos aceptar donativos por realizar ordenaciones y consagraciones; y de Juan XV que fue cómplice en la muerte de Benedicto VI. Asimismo de Juan XIX que compró el Papado, o del simoniaco Benedicto IX destituido y después expulsado; también de Silvestre III, depuesto y devuelto a su diócesis; o de Gregorio VI a quién el Papado costó 1.5OO libras, para después ser destituido y exiliado.

De Urbano VIII que para equipar sus tropas construyó su propia fábrica de armas, (hecho mencionado en este mismo capítulo). 

Alejandro VI de la familia Borgia, Papa español, famoso por sus simonías, escándalos mujeriegos, vida licenciosa y corrupta. Acumuló cargos con los cuales amasó una gran fortuna que le convirtió en uno de los más acaudalados miembros del Sacro Colegio Cardenalicio; tuvo 4 hijos y ordenó la ejecución de Savonarola.

Era sobrino de Calixto III quien recién llegado éste al poder, le nombró Notario Apostólico, seguidamente Cardenal y por último Vicecanciller de la Iglesia. Ello le permitió comprar por más de 80.000 ducados, los votos necesarios para acceder a la condición de Papa a la muerte de Inocencio VIII. De él dijo Maquiavelo que Alejandro VI no hizo otra cosa que engañar al mundo.

Murió el 18 de agosto del año 1.503 probablemente envenenado con el vino que su hijo Cesar Borgia había preparado para un Cardenal. A él debieron los reyes Isabel y Fernando V, el título de “Católicos” que les fue concedido en el año 1.496.

Benedicto Gaetani conocido por el sobrenombre de Bonifacio VIII, provocó, aunque algunos historiadores no lo aceptan, la renuncia el 13 de diciembre de 1.294 de su antecesor Celestino V y diez días más tarde, tras un breve cónclave al que asistieron 24 Cardenales, se hizo nombrar Papa después de la tercera votación. 

Ante el temor de que la renuncia de aquél crease por causas de ilegitimidad la anulación de su recién estrenado pontificado, (pues hubo quien se manifestaba en contra de la misma) le prohibió retirarse a su eremitorio de Morrone; pero éste quebrantando la prohibición episcopal, escapó y fue detenido por los emisarios del nuevo pontífice quién lo mantuvo recluido en el castillo de Monte Fumone en evitación de que se produjera un cisma, hasta su fallecimiento ocurrido el 19 de mayo de 1.296.   

La Iglesia Católica ordenó recientemente el análisis, mediante escáner, del cadáver de Celestino V, reconociendo en agosto de 1.998 que en el cráneo del Papa había sido descubierto un clavo de plomo, probable causa de su muerte. Las culpas, aunque no demostradas, parecen recaer sobre Bonifacio VIII que fue quién lo hizo encarcelar.

De este Papa (Bonifacio VIII) también mencionado en otro lugar, hemos de recordar la proclamación en 1.300 de un Año Santo Jubilar, durante el cual centenares de miles de peregrinos viajaron a Roma atraídos por las indulgencias plenarias concedidas por visitar los santuarios de San Pedro y San Pablo, llenando de paso las arcas pontificias y alimentando sus afanes de gloria cuya ilusión de tener el poder supremo del mundo, le hizo recuperar seguridad en sí mismo y regresar a las viejas maneras hierocráticas.

No podemos pasar por alto aquella expresión de la que formó parte su bula "Unam sanctam", que decía: "Nos, decimos, declaramos, definimos y proclamamos que es absolutamente necesario a toda criatura humana someterse al pontífice romano para salvar su alma".

(Esta expresión así pronunciada, ¿No reúne todas las condiciones necesarias para ser una definición dogmática?). “La lucha cerrada entre emperador y Papa en la edad Media (en           Occidente uno solo puede representar al Dios único) y la famosa bula Unam Sanctam, de Bonifacio VIII, en la que se recuerda que solo un principio, esto es, el Papa, puede garantizar lo mismo la unidad de la Iglesia que la unidad de la cristiandad (DS 874)

En el mes de Noviembre de 1556 siendo rey de España Don Felipe II, gobernaba la Iglesia el octogenario Paulo IV, enemigo acérrimo de los españoles, a quienes llamaba «escoria de la tierra, raza maldita de Dios, herejes y cismáticos, engendro de judíos y de moros...»  es muy posible que el odio papal alcanzase a los españoles porque estaba engendrado en la malquerencia que el citado Pontífice sentía hacia el Emperador Carlos V y hacia su hijo Don Felipe

 Podríamos citar, además, la fórmula de la paz religiosa de Ausgsburgo (1.555) (cada territorio debe profesar una sola confesión y precisamente la del monarca), y el poder reivindicado por la gracia de Dios de la monarquía de los príncipes y reyes absolutistas de los siglos XVII y XVIII.”

 Y así una extensa relación, que ni mucho menos acaba aquí, de hombres que utilizaron el poder para enriquecerse y esclavizar a sus semejantes, haciendo uso de una “espada espiritual” extraída sin duda de cerebros megalómanos desequilibrados.

 Resulta de todo punto imposible conciliar los entresijos de esta Institución meramente humana con la inerrancia de las Sagradas Escrituras, cuando éstas ponen en boca de Jeremías la sentencia “maldito el varón que confía en el hombre” (Jeremías, 17/5), que ya hemos mencionado anteriormente.

Dios no puede equivocarse. Todo cuanto es necesario al hombre para acogerse a su misericordia, está contenido en su Palabra, consumada sin añadidos en el único e irrepetible sacrificio de la cruz en el Calvario.

Más atrás he mencionado la “infalibilidad”, famosa piedra de escándalo que como dogma fue reconocida en el Concilio Vaticano I, el 18 de julio de 1.870 presidido por Pío IX y promulgada en medio de una impresionante tormenta que envolvía la Basílica de San Pedro, en Roma, sumergida casi en la oscuridad, como si los propios elementos protestasen contra el cínico comportamiento de aquellos hombres que decían actuar en nombre de Dios y estar presididos por el Espíritu Santo. ¡Qué sarcasmo!

Se da la circunstancia de que, esta “facultad” que según la Iglesia católica, reside en el Papa como cabeza suprema solo cuando habla “excátedra”, ella misma no puede asegurar cuando esto ocurre, a menos que un cuerpo de teólogos lo certifique, lo cual resulta difícil sabiendo que entre las diversas escuelas, no existe unanimidad al respecto, y aun en el supuesto de que la hubiera, ¿Cómo se puede saber que ellas mismas “gozan” de este privilegio de manera que respalden lo que afirme aquél? ¿De qué sirve un guía infalible si no se sabe cuando habla infaliblemente?  

Las bases sobre las que el Catolicismo Romano pretende sostener este dogma de la infalibilidad papal, son otra de las interpretaciones utilizadas por la Institución para afirmar creencias, que no tienen posibilidad alguna de prosperar en el terreno de la razón ni de ninguna otra circunstancia, fundamentalmente cuando éstas se plantean en estudios serios y documentados.

Si se medita profundamente en la frase que Cristo dirige a Pedro cuando éste atraviesa un período de depresión, tal vez, generado por el arrepentimiento tras su reiterada negación, es probable que saquemos la siguiente conclusión: El sublime Maestro, probado varón de dolores que conoce hasta lo más íntimo de las flaquezas humanas, quiere fortalecer al hombre que por su debilidad en momento tan crucial, no pudo afrontar la responsabilidad que asumió con anterioridad, sobre el conocimiento de la persona de Cristo.

Ir más allá de aquel acto de misericordia hacia el hombre caído y arrepentido, supone para mí, una especulación forzada, hecha, además, lejos de las verdaderas intenciones y fuera del contexto en que sucedieron.

Cristo nunca se expresó con segundas intenciones.

Sus enseñanzas fueron claras y terminantes. Buscaba al hombre para salvarlo, nunca para que éste, envuelto en filosóficos proyectos de grandeza se enseñorease de los demás, y mucho menos para que, convertido en Jefe de Gobierno de un reino material y espiritual en la Tierra, proclamase al mundo la imposibilidad de equivocarse cuando habla "excátedra".

 Esta declaración dogmática acarreó a la Iglesia Católica no pocas dificultades, dentro del seno mismo del “Colegio Apostólico”.

 Es incomprensible que esta supuesta "vía" no fuese aplicada con anterioridad al año 1.870, pues sin duda hubiese resuelto a la Iglesia romana multitud de disputas surgidas a partir de su expansión por el Poder temporal en la Europa de los siglos IX al XVI. Pero hay que tener en cuenta que el comportamiento de la Iglesia Católica impulsado por el ensoberbecimiento, fue casi siempre extemporáneo. 

 He hablado con algunos católicos sinceros que rechazan en absoluto este dogma, cuyo comentario exigiría muchas páginas, y que por no ser tema específico de este trabajo, dejaré para otro lugar.

En el preámbulo del libro “Los Papas malos” de Chamberlín, se transcribe una dedicatoria de Giovanni de Mussi, referida al período de mayor influencia de los poderes religiosos en Europa, y dice así:

“Hace ya más de mil años que esos territorios y ciudades fueron dados a los sacerdotes y desde entonces se han librado por esa razón las guerras más violentas, y, sin embargo, los sacerdotes ni ahora las poseen en paz, ni serán capaces de poseerlas.

 Fuera en verdad mucho mejor ante los ojos de Dios y del mundo que esos pastores renunciaran enteramente al dominium temporali, pues desde los tiempos de Silvestre, las consecuencias del poder temporal han sido innumerables guerras y la destrucción de gentes y ciudades.

 ¿Cómo es posible que no haya habido nunca un buen Papa para remediar tales males y que se hayan hecho tantas guerras por esas efímeras posesiones?.

 Verdaderamente no podemos servir a Dios y a Mammón al mismo tiempo. No podemos estar con un pie en el cielo y otro en la Tierra.”

¿Dónde estuvo, -pregunto yo- la "piedra fundamental de la Iglesia", durante los siglos X y XII, máximo período de decadencia y degeneración de aquella Iglesia que se formó sobre la base del apoyo constantiniano?

Hoy, en tanto que los pueblos han alcanzado un mayor nivel de desarrollo, el Catolicismo Romano, a través de una doctrina ecuménica, "busca" el acercamiento de los que un día se "separaron", e incluso de aquellos otros que profesan una religión afín, pero sin abandonar la posición de privilegio que mantuvo a partir de los años 680/681, fecha en la que, como ya hemos comentado, se celebró el 4º Concilio de Constantinopla y se consolidó su estructura piramidal.

El hecho de llamarnos “hermanos separados” ya sugiere una definición nada afortunada, pues en el fondo pretenden dar a entender que existe un tronco, en el que ellos están, el cual conserva la autenticidad de la que carece la rama separada.

Paul Johnson en su “Historia del Cristianismo”, pág. 48 nos dice:

“Si el famoso texto de Pedro en Mateo es auténtico y significa lo que se le atribuye, Pedro fue una piedra muy insegura sobre la cual fundar una Iglesia. No ejerció las funciones de la Jefatura y parece que permitió que le desposeyeran Santiago y otros miembros de la familia de Jesús, que no habían intervenido en la misión original. Finalmente Pedro fue a cumplir una misión en el extranjero y dejó por completo el círculo de Jerusalén.”

Mucho se ha hablado y escrito en relación con el tema de las llaves de Pedro, sobre las que el Catolicismo Romano fundó el Papado y su Poder temporal.

Hoy esta filosofía está retrocediendo gracias al mayor conocimiento y difusión de las Sagradas Escrituras. Es asimismo innegable el hecho de un mayor grado de libertad de los pueblos a los que sometieron durante siglos, instalados en posiciones de preeminencia para gozar temporalmente de un bienestar, que no hubieran tenido, de no haber sido aplicado con medidas inquisitoriales en alianza con el Poder Civil.

 José Mª. Gironella en su famosa obra "El escándalo de Tierra Santa", dice lo siguiente:

 

"Todo lo que no sea "unión de las iglesias", de las Iglesias del país entero, se me antoja, lo repito, un escándalo; cuanto más la escisión de las Iglesias cristianas, que pese a los disimulos y al protocolo y a intentos esporádicos y parciales; en el fondo y de un modo genérico se ignoran o se subestiman o se desprecian.”

“Mientras no se reúnan todas ellas en torno a una mesa, que no tiene por qué ser redonda, dado que con toda seguridad no lo fue la de la Ultima Cena, pero sí ante un Cristo, ante un Jesús clavado en la cruz, extendidos los brazos, y no renuncien unos y otros a sus criptas respectivas, a sus arrogantes torres de marfil, el número de militantes, de creyentes, de espíritus en vigilia y atentos a la llamada de lo Alto disminuirá, como se está viendo día tras día con solo extender el mapamundi.”

“Para ello, por supuesto, es preciso que el Catolicismo se decida a derogar los dogmas, que no tienen razón de ser, que ciertamente ya en sí mismos constituyen una limitación, una declaración de impotencia y muchos de los cuales no resisten el más somero análisis, como por ejemplo, el de la infalibilidad.

 Aparte de eso es preciso dar un segundo paso: que el Papa, en espera de esa <unión> abandone Roma y sus mármoles y se instale cuanto antes, ahora mismo a ser posible, en Jerusalén, sin aguardar, como me dijo en Haifa el padre Elías, la utópica conversión masiva del pueblo judío.

El Papa ha de predicar con el ejemplo, comunicar al pueblo su decisión, sin emplear el Nos, e instalarse modesta y normalmente en Jerusalén, donde el reclamo le resultaría mucho más fácil y donde en definitiva, nació y echó sus raíces cruentas la religión que afirma representar”.

“El escándalo de que todo eso no sea así se hace más patente, ¡desde luego!, pisando la propia Tierra Santa, en cuyas polvorientas laderas Jesús lloró y no se cansó de repetir "amaos los unos a los otros".

 

Sinceramente creo que yo sería aún más exigente que Gironella: pediría al Papa que interpretando correctamente los textos bíblicos, renunciara al Papado y abandonara por completo la idea de que Cristo le hizo Vicario suyo en la Tierra a través de sucesores que en su Palabra no se ven por ninguna parte, pero esto sería tanto como pedir peras al olmo. 

 

Aunque no lo deseemos hemos de llegar a la conclusión de que, olvidados del Libro Sagrado del que dicen ser custodios, pasaron por alto, deliberadamente, aquella famosa frase de Cristo escrita en el Evangelio de Mateo, capítulo 20, versículos 25 al 27 que dice:

"Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad, mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo, como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar vida en rescate por muchos", o esta otra ya repetida en otros lugares del texto: "Mi reino no es de este mundo". (Evangelio de Juan, capítulo 18, versículo 36).

 Si el reino de Cristo no es de este mundo, ¿a qué mundo si no es a este, pertenece el reino creado por los hombres? ¿Cuál sería la interpretación correcta de esta afirmación tan categórica de su fundador? ¿No nos bastaría para ello aplicar a nuestros comportamientos humanos el modelo de vida que Él llevó?

 Si examinamos, siquiera sea de forma superficial, la estructura política de la Iglesia Vaticana, con el Papa como cabeza rectora y oficial del actual Cristianismo, convertida por el Tratado de Letrán desde 1.929 en un Estado independiente, jerarquizado, perfectamente organizado como si de un Estado laico se tratara, y lo comparamos con el Cristianismo de la era apostólica, comprobaremos que entre ambos existen diferencias abismales difíciles por no decir imposibles de conciliar.

 Y la razón de todo ese proceso burócrata y político al mismo tiempo, no podemos encontrarlo en las Sagradas Escrituras precisamente, pues ellas enmudecen al respecto, sino en el desarrollo de unas doctrinas que en principio fueron defendidas a ultranza, con el correr del tiempo fueron olvidadas, últimamente convertidas en mandamientos de hombres y sacralizadas mediante dogmas que consagraron con el supuesto poder que les brindó, entre otros privilegios que se atribuyeron, la infalibilidad convertida en dogma en el Concilio Vaticano I, el 18 de julio del año 1.870, como ya hemos desarrollado en este mismo capítulo.

 

Juan López Santa

juanls_85@hotmail.com

Escritor y miembro de la Iglesia de Cristo en Sevilla

Extraído de su libro "NUEVAS REFLEXIONES" Capítulo 2