La tentación: origen, evolución y consecuencias...


Todo comenzó con una llamada telefónica. Siete números marcados y una voz de responde al otro lado de la línea. Una conversación trivial que pasó a tener connotaciones sexuales hasta concluir en una tormentosa relación donde se conjugaban deseos, emociones, la sensación de peligro latente y la certeza de traspasar todos los límites permitidos.

  El proceso de diálogos telefónicos, de confesiones, de encuentros fugaces, demoró varios años. Los dos jamás pensaron que nadie se enteraría. Desechaban cuidadosamente todo vestigio. No guardaban nada que pudiera dar lugar a sospechas.

  Pero un día cualquiera, un descuido, una confidencia sale a la luz. La relación íntima de los dos se descubre. Sobra decir que además de representar un sonoro escándalo al interior de la congregación, dos matrimonios se pusieron en peligro y los comentarios desfavorables de todos llovieron desde diferentes vertientes. No concebían que dos personas a las que conocían como intachables cayeran en una situación de inmoralidad y que además, se evidenciara que el asunto llevaba buen tiempo.

  ¿Cómo se produce la caída moral de un cristiano?

  ... Se produce a partir de la tentación. ¿Por qué no percibimos el peligro? Porque olvidamos que como seres humanos, somos frágiles y todavía estamos sujetos a las emociones y a los sentimientos.

  Erradamente creemos que ser cristianos es sinónimo de perfección. Señalamos a los demás por sus debilidades. Cuestionar al prójimo es fácil, pero ignoramos que somos proclives a fallar.

  Deliberadamente desconocemos que nuestra fuerza para vencer la tentación proviene de Dios y no de la capacidad académica, social, eclesiástica o sencillamente de la voluntad propia. Así lo advirtió el apóstol Pablo cuando escribió:”Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10:12).

  Generalmente quienes están prestos a señalar a otros, caen en la misma situación y reciben de los demás duras reacciones porque ellos mismos no tuvieron misericordia.

  ¿De dónde proviene la tentación?

  Conocí a alguien inmerso en una compleja situación de robo. Lo hizo por muchos años en la empresa de la cual era Contador. Aún antes que se pusiera al descubierto el desfalco, hablamos del asunto,. Lo grave es que esgrimía una extraña filosofía muy popular en Latinoamérica: “La ocasión hace al ladrón”. No se explicaba por qué lo hacía. Simplemente actuaba, y actuaba mal. Su concepto cambió cuando por fin tuvo comprensión de qué era la tentación, cuál era su origen y las consecuencias que desencadenaba.

  De acuerdo con la Biblia, la tentación tiene dos orígenes: uno externo y otro, interno.

  Origen externo de la tentación

  Cuando tenemos claro que la tentación es la antesala del pecado y nuestro progresivo alejamiento de los preceptos de Dios, es fácil entender que desde el comienzo de los tiempos Satanás ha sido nuestro mayor tentador.

  Este enemigo espiritual genera condiciones atractivas que tornan deseables muchas cosas y nos llevan a traspasar sanos principios trazados por el Señor en Su Palabra.

  Sobre el particular, el apóstol Pablo escribió: “Por lo cual también yo, no pudiendo soportar más, envié para informarme de vuestra fe, no sea que os hubiere tentado el tentador y que nuestro trabajo resultase en vano” (1 Tesalonicenses 3:5). Plantea que si bien es cierto los destinatarios de aquella carta eran cristianos, no estaban exentos de ser tentados.

Origen interno de la tentación

  Hay tentaciones que usted y yo generamos en nuestra existencia. Las concebimos en nuestros pensamientos, les damos forma y terminamos materializándolos en pecados con nuestros hechos.

  Apuntando a esta verdad, el apóstol Santiago en su epístola universal escribió:”Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios: porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido”(Santiago 1:13, 14).

  ¿Qué hacer frente a la tentación?

Sin duda nuestra formación académica, posición social o de liderazgo en la iglesia, no nos tornan invulnerables a la tentación y posterior comisión del pecado. Si tenemos esa concepción clara, derivamos en una conclusión ineludible: sólo cuando dependemos de Dios, podemos vencer.

  Con base en lo anterior, reviste particular significación que hacia el final de la oración universal del Padre Nuestro, que el Señor Jesús compartió con sus discípulos, diga: “Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal..”(mateo 6: 13 a).

  Cuando clamamos a Dios, en medio de la tentación, el Señor nos libra de esa prueba, como explica el apóstol Pedro: “...sabe el Señor librar de la tentación a los piadosos...”(2 Pedro 2:9 a).

  Si luchamos en nuestras fuerzas, corremos el peligro de ceder. Si nos fortalecemos en Dios, venceremos. Es un principio de vida que no podemos desconocer. Si usted como yo está sujeto a tentaciones a diario, en todo momento, mi sugerencia es que dependa del Todopoderoso en todo instante. Sólo así podremos superar. 

Fernando Alexis Jiménez
Pastor y evangelista
E-mail:
fernando@adorador.com
Ministerio de Evangelismo y Misiones "Heraldos de la Palabra"

Imprime esta Reflexión directamente.

Mira todas las Reflexiones disponibles.
Haz click aquí

© 2001-2004, Web de la Iglesia de Cristo en Sevilla - Web de Recursos Cristianos